🗡 Kill Bill Vol. 45: La venganza de las que ya no tienen paciencia.

Dicen que la vida empieza a los 40, pero a los 45 ya te das cuenta de que lo que realmente empieza es la espalda a crujir sin previo aviso. No importa si te sientes de 30 por dentro, porque la vida te va dejando señales (algunas sutiles, otras en neón) de que has entrado en una nueva liga, la de la lucha interminable contra los signos del envejecimiento...

La venganza es mía
y del ibuprofeno

Y lo mejor (o lo peor, según cómo se mire) es que en nada cumplo 46. Es decir, ya no puedo ni decir que estoy en la mitad de los 40. No, amiga, ya estoy en la autopista directa a los 50. La siguiente década ya se ve en el horizonte y, aunque me gustaría decir que voy con calma, la realidad es que me acerco como un tren sin frenos... pero con buen iluminador y una crema reafirmante bajo el brazo.

Así que, si estás en este club o te acercas, aquí te dejo unas cuantas verdades que nadie te cuenta, pero que deberían venir en el manual de instrucciones.

1. El espejo se convierte en un frenemy

Algunas mañanas te miras y piensas: “¡Oye, qué bien me conservo!” y otras… bueno, otras te preguntas si dormiste dentro de una licuadora. Las ojeras no desaparecen con un buen sueño, sino con un corrector con la cobertura de un seguro premium. Y esas líneas de expresión que decías con orgullo que eran “de la risa” ahora están tan marcadas que parecen subtítulos.



2. La moda es un déjà vu (y te aterra un poco)

Si guardaste unos pantalones de tiro bajo porque “la moda siempre vuelve”, felicidades: ahora eres oficialmente una visionaria… o una acumuladora con fe en el destino. Pero lo peor no es eso. Lo peor es ver adolescentes vistiéndose exactamente como tú a los 20 y darte cuenta de que, efectivamente, hemos cerrado el círculo.

Y ahí estás tú, mirándote en el espejo, preguntándote si realmente quieres volver a pasar por esto. Porque una cosa es la nostalgia y otra muy distinta es la guerra psicológica de subirse el tiro del pantalón cada vez que te agachas. Y claro, te preguntas: “¿Acaso ellas también mirarán atrás algún día y dirán ‘¿por qué nadie me detuvo?’”

Spoiler: sí, lo dirán. Pero mientras tanto, aquí estamos. Observando. Recordando. Y decidiendo si nos subimos a la tendencia o si simplemente nos quedamos al margen, con nuestros riñones bien protegidos.




3. La resaca emocional es real.

Ya ni siquiera hace falta salir de fiesta para despertarte como si hubieras corrido una maratón, escalado el Everest y hecho mudanza el mismo día. A veces basta con un día intenso de trabajo, una discusión con la compañía de telefonía que te deja al borde del colapso o, simplemente, existir. Sí, porque ahora la existencia en sí misma ya es agotadora.

La energía ya no es un recurso renovable automático. Antes dormías tres horas y al día siguiente, como si nada. Ahora, necesitas un plan estratégico: si gastas toda tu vitalidad hoy, prepárate para pagar los intereses mañana. Hay que administrarla como un presupuesto ajustado, con prioridad para lo esencial: sobrevivir la jornada, tomar café y, si queda algo de saldo, socializar… pero sin pasarse.




4. Eres invisible… hasta que no lo eres.

En la calle, los adolescentes te ven como si fueras mobiliario urbano. Puedes pasar por su lado con una bengala encendida y ni parpadearían. Pero, curiosamente, en el supermercado todo cambia. Basta con que digas en voz alta “No tengo efectivo” para que, de la nada, aparezca un señor con cara de experto dispuesto a darte una masterclass sobre el fascinante mundo de las monedas, como si acabaras de despertar de un coma de 30 años.

Y si un día te da por salirte del molde y decides teñirte el pelo de azul o ponerte una prenda un poco más arriesgada, prepárate. De repente, pasas de ser un fantasma a una celebridad en plena alfombra roja. La gente te observa como si fueras la reencarnación de una estrella de rock atravesando una crisis existencial, cuando en realidad solo querías probar algo diferente. Pero ahí están, mirándote con esa mezcla de asombro y sospecha, como si fueras un experimento sociológico en tiempo real.



Es un equilibrio curioso: ni demasiado vista, ni demasiado ignorada. Invisible en el momento en que necesitas ayuda para cargar una bolsa pesada, pero súbitamente el centro de atención si te sales un milímetro de la norma. ¡Qué maravilla esta etapa de la vida, en la que pasamos de ninja a diva con un simple cambio de vestuario!


5. Te importa todo y nada a la vez.

Ahora filtro mis amistades como un buen café: sin posos y sin gente que me dé acidez. He aprendido a elegir bien con quién comparto mi tiempo y mi energía, y no, no es que me haya vuelto más exigente, es que la paciencia tiene un cupo limitado y el mío ya se ha llenado varias veces. Antes, quizá aguantaba más ciertas actitudes, pero ahora tengo claro que no todo el mundo merece un sitio en mi vida.


Discuto menos por tonterías, pero si hay algo que no tolero, es la falta de honestidad. Y sí, decir la verdad a veces tiene consecuencias. Lo he comprobado en carne propia: cuando le dices a alguien lo que realmente piensas, con la intención de ayudarle, y en lugar de apreciarlo, decide hacer como si ya no existieras. Pues bien, gracias por facilitarme la criba. No voy a dejar de ser quien soy por miedo a incomodar. Si algo he aprendido, es que decir las cosas a la cara no es un defecto, sino un filtro natural de relaciones.



Así que, si alguien desaparece después de una conversación sincera, significa que su presencia en mi vida era más superficial de lo que pensaba. Y la verdad, no pasa nada. Prefiero un círculo pequeño y real que una multitud llena de silencios incómodos.


6. La espalda es un chivato.

Antes podías dormir en cualquier posición: boca abajo, enroscada como un gato, con un brazo colgando de la cama… y al día siguiente te levantabas fresca como una rosa. Ahora, basta con que gires el cuello medio grado en la dirección equivocada y pasas tres días caminando como un Playmobil recién salido de su caja, con la movilidad justa para no caerte de cabeza.



Y no hablemos de cuando intentas hacer ejercicio después de un parón. Si un día te da por ser responsable y decides volver al gimnasio o hacer una simple sentadilla, al día siguiente te despiertas con agujetas hasta en el alma. De repente, descubres músculos que ni en clase de anatomía mencionaban, y todos ellos han decidido vengarse. Subir escaleras se convierte en una gesta heroica, sentarte en el sofá es un salto de fe, y girar el cuello para mirar atrás… simplemente no es una opción.

Y esto lo digo con conocimiento de causa, porque ahora mismo tengo un dolor de cervicales que ni me tengo. Si alguien me ve moviéndome como si estuviera esquivando láseres en una película de espías, no es porque quiera lucirme. Es porque mi espalda ha decidido que hoy toca pagar por todos los excesos de juventud.


7. Descubres que la felicidad está en lo simple.

Después de tanto buscar “el sentido de la vida”, te das cuenta de que la felicidad está en cosas ridículamente simples: un café tranquilo, una buena serie sin interrupciones, decir que no sin sentir culpa, y que alguien más haga la cena. A estas alturas, los lujos son eso: tiempo, paz y un sujetador que no apriete.



Conclusión: Lo mejor está por venir (y nosotras lo sabemos)

Cumplir 45 (casi 46, ejem) es como actualizar el sistema operativo: algunas funciones van más lentas, pero ahora tienes más seguridad y menos bugs emocionales. Has aprendido a no tomarte todo tan en serio y a disfrutar del viaje sin pedir permiso. Así que, si estás en esta etapa, recuerda: la vida no se trata de cuántas velas hay en la tarta, sino de cuántos deseos aún tienes por cumplir (y cuántos filtros puedes usar en TikTok sin que se note).

Y ahora dime, ¿qué cosas te han sorprendido a ti de esta década? Que aquí seguimos sumando, pero con dignidad, iluminador y un toque de rebeldía.


Una canción:

🎶  Roberto Carlos - Mujer de 40


Una película:

📽 Come, reza, ama (2010) de Ryan Murphy. 🎬


Cuando la vida te sacude, sigue el ejemplo de Julia Roberts: huye a Italia a comer pasta, medita en la India y enamórate en Bali. Una historia de autodescubrimiento, carbohidratos y segundas oportunidades… porque a veces lo único que necesitas es un cambio de escenario (y mucha comida deliciosa). 🧘‍♀️💕


Una frase:

“En resumen, cumplir 46 es un viaje lleno de sorpresas, pero lo mejor es que ahora conduces tú… y con la música que te da la gana.”

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